Villadiego y la educación.
por: Félix J. Alonso Camarero.
Hallé el tesoro con ocasión de la visita a la exposición sobre la magna obra del padre Flórez que se realizó el 2002 en Villadiego. Desde entonces no se me ha ido de la memoria el magnífico descubrimiento: “…vera nobilitas in litteris et armis”, última parte de la leyenda esculpida sobre la puerta de la primera escuela pública que se abrió en esta villa en los albores de la Ilustración. Contemplando la reliquia en la calle llamada muy adecuadamente del Estudio, el visitante receptivo puede emocionarse y evocar aspectos de nuestra historia referentes a la educación. Hoy todavía beligerante, la frase da idea de altos ideales y pregona los intentos de llevar el pan de “las luces” a las gentes del campo.
Cervantes dijo acaso con deliberada intención de moralista tridentino que la verdadera nobleza consiste en la virtud, y dio por sentada “la preeminencia de las armas contra las letras”. Pero también don Quijote incluyó entre los plebeyos a los señores y príncipes que “no saben”. Afirmación ciertamente arriesgada y en perfecto acuerdo con el significado de nuestra leyenda.
En el XVIII, hombres como el benedictino Feijoo contribuyeron a que la avaricia por saber prendiera entre sus contemporáneos. Hasta el punto que sus sucesores en el empeño, la flor de nuestros ilustrados, patriotas obsesionados por hacer progresar a este país sacando al pueblo de la ignorancia, insistieran en la exaltación renacentista del conocimiento con el título “nobleza verdadera”, equiparable a la “otra”, a la nobleza de siempre. Ya a vuestro mando poderoso corren/ las luces, la enseñanza; tiembla y gime/ azorado el error; de espigas de oro/ la madre España coronada encumbra/ su frente venerable y cual un tiempo/ sobre el orbe domina triunfador… Así de entusiasta se dirigía el poeta barroco y amigo de Jovellanos al Príncipe de la Paz en demanda de enseñanza para el campesinado.
Fue una provocación y una temeridad en su momento prometer título de noble a todo aquel que quisiera aprender, que estuviera dispuesto a tomar el camino del saber… ¿Y al día de hoy? El tejer y destejer ha sido siempre la norma de la instrucción pública de España, dijo ya un historiador del XIX. Si pensamos en que la misma enseñanza está estos días de rabiosa actualidad, tendremos que reconocer que, después de más de un siglo, legislar con sentido trascendente -¿consensuando?- sobre este derecho fundamental sigue siendo una asignatura pendiente de nuestros gobernantes. Tiempo ha pasado desde la fundación de la primera escuela o “cátedra de latinidad” en Villadiego. Pero la diosa Fama que siempre premia la grandeza de algunas aspiraciones del hombre, ha hecho prevalecer sobre el poder del tiempo que esta piedra de la calle del Estudio siga proponiendo, en calidad de notaria irreductible, la fórmula que confiere a cada ser humano la nobleza verdadera: el saber, garantía de progreso y camino hacia la igualdad.