LA OTRA SOLEDAD
Se venía hablando mucho últimamente de esa España vaciada que hacía que nuestros pueblos se vieran desangelados. Pero ahora es otra soledad la que vemos estos días. Por un lado nos alegramos, porque eso indica que la gente de nuestro pueblo es responsable y está respetando las normas impuestas a causa de esta pandemia. Pero, si sobreponemos las dos fotografías, la de la despoblación y la del confinamiento, aparece un pueblo fantasma, triste… una estampa fija de rincones que no suenan, que no se mueven, que permanecen fijos.
Pero… esperen. Sí se oye algo. Pájaros, gatos, aire… La naturaleza ha reclamado lo suyo y, aunque sea poco, ha vuelto a sonar. Esta otra soledad ha traído un silencio que habíamos olvidado, un silencio ausente de ruidos de coches, motos, de voces.
Es como recuperar un viejo sabor, de esos olvidados en la memoria que, de repente, se desata como una chispa (fugaz, rápida) y que nos evoca un momento pasado, único e irrepetible. Igual con los sonidos… hemos recuperado los sonidos más naturales de nuestro entorno. Cuando esto acabe todo volverá a la normalidad: gente (poca, no lo olvidemos) hablando, niños gritando, motores, ruidos de terrazas, etc. Pero, mientras tanto, aprovechemos este pequeño regalo…al fin de al cabo no nos queda más remedio.
Nos quedaremos en casa: casas donde se hace deporte, se juega con los niños, se lee, se cocina, se ve la tele y se chatea más que nunca; casas donde se hacen mascarillas que ayudarán al personal sanitario, casas donde hay comida para repartir a aquellos más necesitados, casas grandes, casas viejas, casas frías, casas acogedoras…
Nos quedaremos en casa para no contagiar y contagiarnos, por solidaridad, por generosidad… y cuando salgamos ¡¡¡por fin!!! quizá hayamos aprendido a valorar lo esencial, lo pequeño, lo que siempre estuvo allí y hemos ido olvidando ,lo sencillo, lo real. Y quizá, solo quizá, eso nos convierta en mejores personas. Sí, nos quedaremos en casa pero…¡qué abrazo te voy a dar cuando nos veamos!