EL PORQUÉ DE LOS DICHOS. (1995)
José Luis Iribarren.
Editorial : Gobierno de Navarra. Dirección general de educación, cultura y deporte.
En este libro, editado por el Gobierno de Navarra en 1995, José M. Iribarren hace un formidable despliegue de conocimientos sobre el origen de muchos de los dichos que forman parte de nuestro acervo cultural. Y , cómo no, también hace un estudio de nuestro famoso dicho. Su documentación es exhaustiva y profunda. En sus versiones habla de gentes de la villa que , en tiempos anteriores, estudiaron el dicho, buscaron su origen , opinaron sobre él..
Incluso se centra, más que en el factor histórico del significado de la frase, de la posible existencia de un personaje llamado Villadiego, tal y como aparece en la famosa coplilla.

Por poner algún ejemplo, habla de el boticario de Villadiego, don Eusebio Barriouso que , a finales del XIX hizo una versión de la famosa publicada por Sbarbi en el periódico El Averiguador Universal, en Madrid , en julio de 1879. Éste la había oído, según él, de un profesor de latinidad. Se trata de la composición que hoy figura en la placas de los soportales del ayuntamiento de la Plaza Mayor de Villadiego.
También habla José L. Iribarren del sacerdote del pueblo, don Manuel Arroyo Revuelta, que recogió dicha décima, así como de un artículo de Manuel Fraga de Lis publicado en el ABC del 31 de diciembre de 1953 con motivo de la inauguración en la plaza de dichas placas.
Pero por original y por dar unas versiónes distintas a lo que ya conocemos, transcribo unos párrafos del libro donde se nos ilustra con otra manera de interpretar el famoso dicho.
“ Pero no ha faltado quien tratase de identificar a este famoso Villadiego, cuya personalidad intrigó a Quevedo en la “Visita de los chistes”
Don Vicente Riva Palacio, en su obra México a través de los siglos (citada por Scarbi en su “Gran Diccionario”)apunta la opinión de que este Villadiego fue uno de los aventureros que acompañaron a Hernán Cortés en la conquista de Méjico. Comisionado por éste para explorar las tierras de Michoacán, en compañía de algunos indígenas amigos, se le proveyó de aquellos objetos con los cuales acostumbraban los españoles a captarse las simpatías de los indios.
Villadiego partió tomando las suyas, sin que se volviera jamás a saberse de él ni de los que le acompañaron.
La frase de que “Villadiego partió tomando las suyas” induce al citado autor a suponer que sea éste el personaje aludido en el dicho proverbial.
Muy diferente de las citadas es la opinión de Hartzenbuhsch, según el cual no se trata de las calzas de un personaje llamado Villadiego, sino de las calzas de villariego, es decir, de calzones de andarín.”