EL PEZ RAYA ERA MUJER. De Jesús Pérez Sáiz
Otra vez Jesús nos regala una serie de relatos que tienen, creo, un punto en común: la búsqueda a partir del vacío, del desasosiego, de la crueldad, de algo que tienen que ver con la esencia humana y que busca la paz y la dignidad personal. Esta búsqueda, este hilo invisible, transita por distintos escenarios, muchos de ellos sin una relación aparente entre sí. Otros, sin embargo, transitan por una Castilla que conocemos bien.
Por eso es emotivo el recorrido que hace por Villadiego a través de su paisaje y también de sus personajes, algunos de ellos muy cosidos al alma de los que hemos crecido en el pueblo.
“Mi padre se acercó a la orilla del río, que en ese punto estaba más llana, y vio subir truchas por el cauce. Se aproximaban de vez en cuando a la superficie y luego bajaban.
Metió un palo en el agua y le contó a mi hermana que el caudal era mucho mayor en su infancia y que ya no había cangrejos ni barbos ni pollas de agua; solo quedaban algunas truchas, y ranas y sapos en verano, antes de que se seque y se convierta en cieno.
Sus amigos y él se bañaban un kilómetro más arriba. Llevaban la merienda, pasaba la tarde entre los árboles, subidos a las copas, columpiándose en sogas y tirándose al río. Cuando caía la noche, echaban los reteles y pescaban cangrejos”.