Calle Mayor 1ª parte
Se trata, cómo no, de una de las calles más representativas del pueblo.
Si partimos desde la Plaza hacia la Calle Mayor, no hace mucho tiempo, a la izquierda, estuvo la ferretería de Carlos Calderón. Se trataba de una enorme tienda en la que había de todo. Según entrabas, a la izquierda, estaba el apartado de los tornillos y puntas. Varios cajones verdes y viejos guardaban este tipo de objetos.
El mostrador estaba a la derecha… recuerdo que no era difícil ver a Carlos tras él, leyendo siempre o viendo una pequeña tele que tenía encima. Al fondo había de todo. Era una tienda oscura y grande, llena a rebosar de todo tipo de objetos.
Más adelante, donde hoy está la Caja Rural, estuvo el bar El diluvio. Yo no me acuerdo de él, así que quien lea esto y tenga recuerdos… que nos los cuenten. Dice Vicente que él entraba ahí a coger cartones de cajas de cerillas, supongo que para jugar a los paquetes.
Más adelante, ya en la plazuela, estaba la carnicería de Tino. ¡¡Que no he metido horas allí mientras esperaba a que me cortaran las chuletas que encargaba mi madre!! Tenía el mostrador frente a la entrada y una puerta a la derecha que comunicaba con la casa.
En la acera de la derecha, saliendo de nuevo de la plaza, bajo el soportalillo del estanco actual estaba la tienda del pastelero Salvador. Yo era muy pequeña pero recuerdo ir allí a comprar cucuruchos de helado. A veces no estaba en la tienduca y subía a su casa, de manera que había que llamarle a voces para que bajara y nos atendiera. Cuenta un amigo que un día que tardaba en bajar empezó a gritar pidiéndole una enorme cantidad de chuches y golosinas. Salvador bajó rápido y cuando estuvo delante, le pidió solamente una bolsa de pipas.
Más adelante estuvo el despacho de pan de la Isabelita, casada con Luis Renedo. Allí íbamos a comprar cuando salíamos del instituto en el recreo. Recuerdo la amabilidad y simpatía con que nos trataba. En la misma acera, la tienda (mercería) de Agustín Colino, luego peluquería de Maruchi y, durante un periodo muy fugaz, librería. Siguiendo la acera, pasamos a la casa de Ángel Pardo, nuestro querido dibujante de cómics que también fue mercería regentada por “Amparo” y, después, la farmacia de doña Aurora, profesora de matemáticas del instituto. Bueno, de su marido Luis.
Más adelante, en lo que fue la casa de mi maestra de parvulitos, doña Vicenta, se encuentra el despacho de pan de la panadería Morales.
Y ya, de nuevo en la plazuela, la antigua casona de Paco Lorilla. Recuerdo muy vagamente, cuando aún no había televisiones en las casas, ir allí a ver la tele. Pero poco más.